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El trabajo sirve como una profunda terapia

Tras la entrada del pecado en el mundo, Dios ordenó que la humanidad ganara su sustento con el sudor de su frente, no como una medida punitiva, sino como un medio de corrección.


Participar en el trabajo es esencial. Independientemente de la naturaleza de la tarea, la honestidad en el trabajo se considera hermosa a los ojos de Dios. A través del trabajo, las personas colaboran con Dios en la obra continua de la Creación. Ya sea que uno realice las simples tareas de una sirvienta o las complejas responsabilidades de un cirujano que salva vidas, cada esfuerzo tiene importancia ante lo divino.


El Señor valora la intensidad del amor invertido en cada trabajo. Sus repercusiones eternas se hacen evidentes en la vida futura. Lamentablemente, prevalece una perspectiva distorsionada del trabajo entre muchos, llevándolos a esforzarse por evitarlo, una mentalidad errónea.


Jesús, para subrayar la importancia del trabajo, trabajó en una humilde y sagrada carpintería en Nazaret hasta la edad de treinta años. Demostrando la santidad inherente a todo trabajo, abrazó la ocupación despreciada de carpintero en su tiempo.


San Benito, al guiar la vida de los monasterios, adoptó el lema "Ora et Labora" (Reza y Trabaja). El trabajo no es un castigo; más bien, representa la colaboración entre el hombre y la mujer con Dios en la perfección de la creación visible.


Por lo tanto, el trabajo es un deber, resonando con el principio bíblico: "El que no quiera trabajar, que no coma" (2 Tesalonicenses 3:10). Honra los dones otorgados por el Creador y los talentos recibidos. Soportando el esfuerzo del trabajo, unido a Jesús, el artesano de Nazaret y el hombre crucificado en el Calvario, la humanidad, de alguna manera, participa en la obra redentora del Hijo de Dios.


Para todos, el medio principal de servicio es a través del trabajo diligente, ya que es a través del trabajo que las personas contribuyen al bienestar de los demás. Sin el trabajo humano, el pan y el vino, transformados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo en la mesa eucarística, no existirían. El sustento diario, la ropa, el refugio, el transporte, la medicina, la cultura y más, son todos los frutos del trabajo de alguien. Así, el trabajo es santo y santifica cuando se realiza con fe, alineándose con la voluntad de Dios.




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