Muchos de sus discípulos, al oír esto, dijeron: ‘Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?
Juan 6, 60-69
Este pasaje del Evangelio subraya una división significativa entre aquellos que están dispuestos a abrazar el misterio de Cristo y aquellos que, al enfrentarse a la dificultad de sus palabras, deciden apartarse. El discurso del "Pan de Vida" es profundo y desafiante; es una enseñanza que, a primera vista, parece difícil de aceptar.
Exige una transformación interior que no todos están preparados para realizar. Este es un "punto de inflexión" para muchos de los discípulos de Jesús, ya que deben decidir si están dispuestos a cambiar su mentalidad y su forma de vida en conformidad con la voluntad de Dios.
Por un lado, tenemos a los discípulos que se apartan. Frente al "escándalo" de una verdad nueva, diferente y completamente inesperada, optan por alejarse de Jesús y "dejan de caminar con Él". Se encuentran ante algo que desafía sus expectativas, algo que no logran comprender ni aceptar en su totalidad. Esta dificultad revela la resistencia humana a cambiar, a dejar atrás las certezas personales y la comodidad para abrazar un camino de fe más profundo y radical.
Por otro lado, encontramos a aquellos discípulos que aceptan el desafío de Jesús. Están dispuestos a "adquirir una nueva mentalidad", como menciona San Pablo en la carta a los Romanos (12,2). Esta renovación del pensamiento implica también una nueva forma de vivir, una reorganización de las prioridades y deseos según la voluntad de Dios, en lugar de seguir las propias inclinaciones humanas.
Estos discípulos son los que reconocen que, aunque el camino sea difícil, es el único que lleva a la vida plena.
Jesús, en su profunda sabiduría, conoce nuestras limitaciones y no nos pide más de lo que podemos darle. Sin embargo, es solo a través de Él que podemos llegar a la plenitud de nuestras capacidades, alcanzar esa "plenitud" a la que estamos llamados. Jesús no nos exige lo imposible, pero sí nos invita a ir más allá de lo que creemos posible por nosotros mismos. Este es un proceso de crecimiento en la fe y en la confianza en Él, sabiendo que Él nos sostiene y nos guía.
La experiencia de Pedro, tal como se relata en este pasaje, nos sirve de ejemplo. Pedro, a pesar de sus dudas y debilidades, llega a comprender que sin Jesús, la vida carece de sentido. En su pregunta: "¿A quién iremos?", encontramos una expresión de profunda humildad y reconocimiento de que solo en Cristo encontramos las palabras de vida eterna.
Pedro ha descubierto que fuera de Jesús hay vacío, pero en Jesús hay plenitud y propósito.
Esta experiencia de vacuidad sin Cristo es lo que impulsa a Pedro a tomar la decisión firme de seguir a Jesús, a pesar de las dificultades y los misterios que aún no comprende del todo. Este es el tipo de fe madura a la que estamos llamados: una fe que no se basa en la facilidad o en la completa comprensión de los caminos de Dios, sino en la certeza de que solo Cristo puede colmar nuestras necesidades más profundas.
Por lo tanto, este pasaje es una invitación a todos nosotros para que tengamos el valor de permanecer en Cristo y con Cristo, a pesar de los desafíos. Al igual que Pedro, estamos llamados a confiar en que, aunque no siempre comprendamos el camino que Jesús nos invita a seguir, Él es el único que nos puede llevar a la intimidad con el Padre. Este es el destino final de nuestra fe: una unión más profunda con Dios, que solo se logra perseverando en el seguimiento de Cristo, escuchando sus palabras y poniéndolas en práctica. Solo así podemos experimentar la verdadera vida eterna, la vida en plenitud que Jesús promete a quienes confían en Él.
Ricardo Casimiro | 2024
Agnus Dei c. 1635–1640, by Francisco de Zurbarán, Prado Museum