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El juez condena al acusado y, al mismo tiempo, lo declara inocente

Un viernes como este, Jesús ofrece su vida por nosotros, y la atención se centra, entonces de manera muy especial, en los gestos y palabras de Jesús. Gestos que se expresan en su silencio y en su bondad, gestos que se concretizan en la forma en que acepta morir y dar la vida por cada uno de nosotros.


Después de la entrada solemne de Jesús en Jerusalén, la multitud grita para que Jesús sea crucificado. Y Jesús muere, da su vida para salvarnos, para redimirnos de nuestros pecados.


Muy fácilmente podemos pensar que los judíos serían la razón de la condena de Jesús. Sin embargo, la condena de Jesús ocurre, en verdad, debido a los caminos de nuestro pecado, de nuestra enfermedad espiritual, de nuestra desobediencia a Dios.


Es exactamente y de forma particular esta desobediencia la que lleva a Jesús hasta el tribunal para que le sea dada una sentencia. Y Jesús acepta ser condenado a muerte, se deja matar, porque nos ama infinitamente.


Vemos que en Jesús, al ser condenado a muerte, ocurre la mayor injusticia jamás vista en cualquier tribunal del mundo. El juez condena al acusado y, al mismo tiempo, lo declara inocente.


Y Jesús acepta esa sentencia en actitud de silencio. No un silencio basado en los delitos con que falsamente es acusado por algunos miembros de la antigua alianza, sino un silencio aceptado y ofrecido al Padre en reparación por nuestras culpas, por las cuales quiso ofrecerse, totalmente, para redimirnos.


Pienso que podemos, de esta forma, reflexionar hoy que, en el caso contra Jesús, estamos todos nosotros. Recuerdo cómo en Braga, Portugal, en el santuario del Bom Jesus do Monte, después de más de 500 escaleras barrocas en la terraza junto a la puerta de la basílica, existen varias estatuas dispuestas como un tribunal: aquellos que acusan y aquellos que defienden.


Sin embargo, lo que más me gusta es precisamente el hecho de que ahí, en el centro, hay un espacio también para nosotros.


Que en los momentos en que seamos llevados por las dificultades de la vida, podamos imitar a Nuestro Señor, tener confianza en Dios que es Amor, y responderle con el silencio de nuestro corazón.


Que la "Virgen del Encuentro" en camino al Calvario nos anime y fortalezca para que nuestra respuesta sea, también, un SÍ total de coherencia y adhesión a la voluntad de Dios.



 Bom Jesus do Monte - Braga Portugal


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