Cuando escuchamos esta expresión: "el juicio final", tal vez sintamos en nosotros hasta un miedo: el miedo de ser juzgados por nuestras culpas y nuestros fallos ante el buen Dios de la misericordia, e incluso pensamos que es algo irreal, que no va a suceder. En los tiempos de hoy, esta palabra: "juicio final", puede ser utilizada, hasta, como algo que está fuera de moda, que ya no es tan regular como en otros tiempos. Incluso, muchos de nosotros, tal vez, tampoco creamos en esta realidad. Pero es una realidad bastante presente.
En verdad, el juicio final nos recuerda nuestro camino de conversión, y la buena noticia es que aún tenemos tiempo de convertirnos sinceramente y de volvernos hacia nuestro Buen Dios, que es el Dios de la Misericordia. Volvamos nuestra vida, recurramos al auxilio de los sacramentos, de la gracia y de la misericordia de nuestro Dios.
Queridos amigos, aún hay tiempo para eso, para el cambio de nuestra vida. Un día, cuando partamos de este mundo, estaremos ante el Buen Rey de la Misericordia que siempre nos mirará con ojos de misericordia. Entonces, hoy estamos invitados a mirar el camino de nuestra vida y a reflexionar juntos sobre él, para entender mejor el sentido de reparar, de hacer reparación.
Esta idea, muy antigua, de que todo lo que estamos haciendo está siendo escrito en un libro, forma parte de nuestra tradición y hasta de la iglesia, de estas bellezas de nuestra iglesia y de las tradiciones tan ricas que tenemos. En verdad, el libro refleja nuestra alma o, mejor dicho, significa nuestra alma donde estamos escribiendo el camino de nuestra vida, las buenas acciones y también las malas. Y es allí, en las acciones malas, en aquellas en las que rompemos nuestra relación con Dios, en las que quebramos este pacto y esta bondad que Dios tiene para con nosotros, es allí donde es necesaria la reparación.
Como saben, tengo un cariño especial por el mensaje de Fátima. Y el mensaje de Fátima nos invita a reparar nuestra vida. Fátima es, como dicen los teólogos, esta escuela de esperanza, donde cada uno de nosotros está llamado a hacer la experiencia del amor y de la Misericordia de Dios.
Entonces, estamos invitados a mirar nuestra vida con ojos de ver, y reparar aquello que rompimos contra Dios. Estamos invitados a llenar los espacios vacíos que vamos haciendo en nuestra vida y a volver, con todo nuestro ser y con toda nuestra existencia, a Dios que es amor.
Que la Virgen María nos ayude a entrar en el Corazón misericordioso de nuestro Dios y nos haga, también a nosotros, portadores de esa misma misericordia.
Arte: El juicio final de la Capilla Sixtina: Miguel Ángel | Roma
Texto: Ricardo Casimiro @2024